Libros: una red de casas encantadas
por Ana Maria Machado
Yo era chica, pero no recuerdo exactamente qué edad tenía...
Sólo sé que era lo suficientemente alta como para estar de pie frente al escritorio de mi padre, apoyar los brazos encima y colocar el mentón sobre las manos. Frente a mis ojos, bien grande, había una estatuilla de bronce: un caballero muy delgado con una lanza en la mano y montado en un caballo esquelético, seguido por un burrito que cargaba a un hombrecito gordinflón con el brazo extendido y dando vivas con el sombrero.
En respuesta a mi pregunta, mi padre me los presentó:
—Don Quijote y Sancho Panza.
Quise saber quiénes eran y dónde vivían. Me enteré que eran españoles y que durante siglos habían vivido en una casa encantada: un libro. Luego mi padre interrumpió su trabajo, tomó un libro enorme de la biblioteca y comenzó a mostrarme las ilustraciones mientras me contaba las aventuras de esas dos personas. En una de las ilustraciones aparecía Don Quijote rodeado de libros.
—¿Y quién vive dentro de esos libros? —pregunté.
De la respuesta de mi padre, comprendí que existían toda clase de libros y dentro de ellos, existían infinitas vidas. A partir de ese momento, de la mano de mis padres, empecé a conocer algunas, como las de Robinson Crusoe en su isla, Gulliver en Liliput y Robin Hood en su bosque. Luego descubrí que las princesas y las hadas, los gigantes y los genios, los reyes y las brujas, los tres chanchitos y los siete cabritos, el patito feo y el lobo feroz, todos mis viejos conocidos de los cuentos de hadas que solía escuchar, también habitaban en libros.
Cuando aprendí a leer, fui yo quien pasó a vivir en los libros. Conocí a personajes de cuentos populares de todo el mundo en colecciones que me llevaron de viaje desde China a Irlanda, desde Rusia a Grecia. Me sumergí tanto en los libros de Monteiro Lobato que podría decir que me había mudado a
Con la misma facilidad pude vivir en el Mississipi con Tom y Huck, cabalgué por Francia junto a D'Artagnan, me perdí en el mercado de Bagdad con Aladino, volé a
Así de simple. Sin fronteras geográficas ni franja etaria. Sólo yendo de un lado a otro, todo vinculado en una red de casas encantadas.
Hasta que, con tantos mundos, fui construyendo los míos. Y comencé a compartir con otras personas, en los libros que escribo, todo aquello que vive dentro de mí...
Traducción de Laura Canteros
Ana María Machado: escritora y periodista brasileña, nacida en Río de Janeiro en 1941. Entre sus obras se destacan Bebeto, Alicia y Ulises, Para siempre. Pueden visitar su sitio en Internet en http://www.anamariamachado.com/home/ (en portugués).