sábado, 16 de mayo de 2009

Algunas letras de canciones de María E. Walsh

Les dejo un enlace para que puedan encontrar o reencontrarse con algunas letras de canciones de María E. Walsh.
Si quieren bajar el material, pinchen acá.
Por último, les acerco una animación de La chacarera de los Gatos.
Letra, música e interpretación a cargo de la autora.
Norma

viernes, 15 de mayo de 2009

En el grupo de Lanús, comenté un cuento que había leído hace mucho tiempo. Se trata de El ladrón Alberto Barrio del autor argentino Ángel Bonomini. Aquí se los dejo:
EL LADRON ALBERTO BARRIO

Alberto barrio fue ladrón. Tenía nueve años y siempre lo mandaban al almacén de Las Heras y Azcuénaga. Una mañana fue a comprar una latita de azafrán. El almacén estaba desierto. Había olor a lavandina y a garbanzos, a jabón y a queso, un olor mezclado y limpio y, aunque afuera la mañana brillara amarilla de sol, allí parecía la hora de la siesta por las cortinas de lona que cuidaban las sombras y el fresco.
Como en una tarea secreta, don José apilaba con geométrica precisión una torre de tabletas de chocolate Águila. Ante la mirada estupefacta de Barrrio levantaba una torre hueca de amarga delicia, edificio que no guardaba otro tesoro que sus propios muros.
Al día siguiente volvió al almacén. Había mucha gente y aceptó con gratitud la espera. Primero contempló la torre. Después se acercó a ella. Por último la tocó. Sintió un súbito escalofrío cuando sus dedos, involuntariamente, comprobaron que una tableta estaba suelta. Era fácil sacarla sin que la torre se derrumbara. Lo atendieron, pagó y se fue.
La batalla duró un mes. La fascinación y la ceguera del peligro lo pasearon por el placer y la angustia. A veces, sentía el secreto como una riqueza. A veces se le resolvía en catástrofe:lo sorprendían robando, lo perseguían, lo apresaban, no volvía a ver a su madre ni a sus hermanos, le ponían un uniforme y lo condenaban a la soledad y silencio.
Sucesivas correcciones de su conducta lo convirtieron en presidiario, en beatífico renunciante a la tentación, en gozador exclusivo de chocolate, en dadivoso repartidor de barritas entre sus hermanos. Creyó -con confusión- que pensar el mal era igual que ejercerlo, que la tentación era el pecado mismo. Que después de haberlo pensado, robar o dejar de hacerlo no modificaba su responsabilidad. No desestimó la posibilidad de que adivinaran su proyecto y lo arrestaran. Durante un mes, cada día, vio la pila, se cercioró de la presencia de la tableta suelta, leyó en la cobertura la incomprensible aseveración de que el peso neto era de media libra, hizo sus compras y regresó a su casa. No llevársela era casi tan terrible como robarla. Elaboró varios planes:emplear una bolsa; valerse del amplio bolsillo del impermeable; usar una tricota. Visitó febrilmente una serie de horrores: don José lo veía por un espejo cuando ponía el paquete en la bolsa; o se le caía del bolsillo del impermeable; o una mujer lo delataba al verlo cometer el robo. Y así lo cometió una y mil veces sin soslayar la delectación del riesgo que lo hacía dar bruscos saltos en la cama mientras robaba y volvía a robar la golosina. Y una y mil veces desechó la horrible idea para recobrar la calma que le permitiera la tregua del sueño.
En el colegio empezó a dibujar torres octogonales que guardaban su secreto. Con delirante fantasía llegó a verse escondido detrás del mostrador durante una noche entera, concretar el robo y no tener después cómo salir del negocio. Para ese momento, denunciada su ausencia, la policía lo buscaba. Hasta que de pronto un vigilante entraba en el almacén y bajo el poderoso foco de la linterna policial era sorprendido con el chocolate en la mano. Y vuelta otra vez a la odiada y temida prisión con el uniforme y la soledad.
Una mañana, la madre repitió el encargo: una latita de azafrán El Riojano. La reiteración del hecho, sumada a la fortuita coincidencia de que ese día también había un sol muy pleno, se le manifestó a Barrio al principio como un signo inextricable. Pronto lo interpretó como el fin de su condena: debía robar la tableta.
Pidió el azafrán. No estaban sino el almacenero y él en el local. Barrio se encotraba junto a la pila y pensó fugazmente que almacén debería llamarse el lugar donde se encuentra el alma. El viejo se agachó detrás del mostrador. Barrio tomó la tableta y la largó por la abertura de su camisa. El paquete se deslizó contra su pecho y quedó retenido por el cinturón. En el momento en que el objeto robado recorría su piel, el almacenero se levantaba. "¿Qué más?", preguntó el hombre. "Nada más", respondió el ladrón.
Con las piernas flojas, que no obedecían a su voluntad sino a su costumbre, salió del almacén. Se metió en su casa. Desde la puerta de la calle hasta la de su departamento se alargaba un estrecho y profundo corredor. También por allí lo llevaron de memoria sus piernas. Apenas aceptó la realidad de que el corredor estuviera desierto cuando, antes de meterse en el departamento, se volvió seguro de ver a los mil veces imaginados vigilantes. Entregó el azafrán a su madre y se encerró en el baño. Primero se lavó las manos y la cara. No quiso mirarse en el espejo por miedo de haber cambiado de rostro. Se sentó en el borde de la bañadera y sacó el paquete que se había calentado por el contacto con su cuerpo. Lo abrió cuidadosamente. Primero, la cobertura amarilla que ostentaba la imagen de un águila con las alas desplegadas, después el papel plateado. pero no había chocolate. Era una tableta de madera.
Angel Bonomini

martes, 12 de mayo de 2009

Otra entrevista a Michèle Petit



Natalia, una asistente al curso La lectura del texto literario, me acerca una entrevista que Página/12 le hizo a Michèle Petit, quien asistió al cierre de un encuentro con bibliotecarios.
En ella, la investigadora francesa agrega otros puntos interesantes que también hemos estado trabajando en nuestros encuentos. Sostiene, como ya lo ha mencionado en sus libros y artículos, que formar un lector es una tarea sutil y que la lectura propicia la construcción de subjetividad.
Para quienes quieran acceder a la entrevista, pinchen acá.

lunes, 11 de mayo de 2009

jueves, 7 de mayo de 2009

Biblioteca Digital Mundial de la UNESCO



La UNESCO acaba de inaugurar su primera Biblioteca Digital Mundial, que reunirá documentos virtuales para ver, leer y escuchar.
En la última clase del curso La lectura del texto literario, hice alusión a este tema, porque me llamó la atención ver que, entre los materiales que se ofrecen, aparece una viejísima versión de los cuentos de Hans Andersen con bellísimas ilustraciones del artista francés Edmund Dulac.
Los videos, textos, documentos musicales están agrupados por materias, temas, lugares y tiempo.

Si quieren ver el libro, pulsen aquí.